jueves, 25 de septiembre de 2008

3 minutos

Tras esta primera toma de contacto con el baloncesto, pasaría mucho tiempo hasta que volviera a dedicarme de lleno a este deporte, exceptuando los sábados en los que mi padre arrastraba con mi hermano mayor y conmigo a las canchas del Polideportivo de Torrelodones, fueron contadas las ocasiones en las que tuve una relación estrecha con el baloncesto.

Me dediqué a intentar mejorar como jugador de fútbol y cada tarde iba al recinto ferial de Torrelodones-Colonia (el Campito) a pegarle patadas al balón en compañía de vecinos del barrio y compañeros de clase.

Cuando regresamos a Las Palmas por el año 1994 me apunté en la Escuela del CF Unión Viera, pero enseguida me aburrí, debido a que mis compañeros eran mucho mejores que yo y apenas jugaba, así que lo dejé enseguida.

Quizás no fuera hasta 1995 cuando me junté con un grupo de compañeros de clase que acudían todos los días por la tarde después de clase a unas canchas cercanas a mi casa. Pasábamos todas las tardes allí casi 4 horas diarias de baloncesto. En esa época desarollé muchos recursos que tenía atrofiados (o que no tenía) y aproveché para adelgazar, dado el gran desgaste que hacíamos cada día, al sol de Las Palmas de GC.

Al año siguiente nos trasladamos a Tenerife, donde otra vez perdí el contacto con el Baloncesto y volví al fútbol, ya que todos mis amigos de allí lo practicaban. Aún así, siempre que había baloncesto en el recreo del instituto todos querían estar en mi equipo, dicen que en el mundo de los ciegos el tuerto es el rey...

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